El diario del “mudo” Alercia
Carlos
Altamirano tiene muchos años, casi ochenta, y su vista no es la de antes, pero
cada tanto, cuando la tristeza lo invade y presiente su fín, abre el cajón de
la mesa de luz y saca un viejo cuaderno, casi amarillo por el paso de los años,
y lee hoja por hoja el diario del “mudo” Alercia.
Altamirano fue guardia cárcel a lo
largo de su vida y vivió toda clase de experiencias con los presos que conoció,
pero la historia del “mudo”, fue algo muy especial.
Cuando llegó a la cárcel, un día de
invierno con el frío que calaba los huesos, tenía un aspecto muy desmejorado, sin embargo sus ojos parecían guardar un misterio indefinible que
conmovió al guardia. Se miraron como estudiándose y luego, sin mediar palabra,
el reo fue alojado en su celda. Tenía una condena a cadena perpetua por haber
asesinado a su esposa.
El hombre se mantuvo distante y casi
no hablaba con sus compañeros. Pasaba los días aparte y con una
imagen de Jesús en sus manos. A veces, la miraba con una extraña devoción y sus
labios se movían en un rezo silencioso.
Durante sus días de
encierro comenzó a escribir un diario, que por esas cosas del destino, terminó
en las manos de Altamirano y decía lo siguiente, en sus cinco últimas páginas:
Día Lunes 5 de Junio
Jesús, padre amado, este
es un día especial para mí. He decidido escribir lo que me está pasando. Ya no aguanto más. Lucho día
a día con la culpa y paso noches enteras tratando de entender lo que hice.
Matilde, mi amada esposa,
era todo para mí y sin embargo ese fatídico día de verano, perdí la razón y la
maté. Habíamos discutido tanto que en un momento mi mente se nubló y solo quise
acallar la voz que me gritaba. Fue terrible ver su cuerpo inmóvil y sus ojos,
que hasta el día de hoy me persiguen, como pidiendo una explicación.
Se está haciendo de noche y no quiero escribir más. Ha sido un
tremendo esfuerzo iniciar este diario y hablarte a ti.
Día Martes 6 de Junio
Jesús, padre amado, estoy frente a la hoja en blanco y mi mano
tiembla. Quiero tratar de explicar lo que tengo dentro de mi cabeza y no puedo.
Hay noches que Matilde se presenta en mis sueños con una mirada
dulce que parece perdonarlo todo. Esa visión repetida me aturde, y me tortura
día a día. No puedo esquivarla. Parece que me estuviera llamando. Sé que está
contigo y siempre lo estará.
Día Miércoles 7 de Junio
Jesús padre amado, el día es gris y tengo mucho frío. Mi celda
es lúgubre. Tiene las paredes descascaradas y el olor es inaguantable. Cada vez
parece peor. Siento que debo irme. De alguna forma debo huir de este suplicio.
Estoy condenado a cadena perpetua y la verdad es que no tengo ningún motivo
para vivir. Matilde era la única razón de mi existencia. Solo me acompaña tu
imagen y sabes que no fue mi intención matarla. Yo la amaba, la amo y la amaré
por siempre.
Día Jueves 8 de Junio
Jesús, padre amado, no puedo más. Debo hallar una forma de acabar
con mi sufrimiento. ¿Pero qué hacer? No tengo un cuchillo para cortar mis venas,
ni una cuerda para ahorcarme. Podría no comer, pero será largo y desesperante.
Golpearme contra la pared terminaría con este sufrimiento, pero llamaré la
atención y todo será en vano. Sé que es una locura y no me lo perdonarías. Es
un pecado pero mi angustia ha llegado a un límite.
Estoy mirando tu imagen y te pido una señal. Comencé a creer en
ti, porque Matilde me decía que eras nuestro padre salvador y hoy acudo a ti
por una respuesta.
Día Viernes 5 de Junio
Jesús padre amado, anoche vi en sueños a Matilde. Ella me habló
dulcemente sobre un viaje. Un largo viaje hacia la eterna felicidad. Me dijo que tenía que tomar una decisión.
Debía hacerlo y pronto. Por eso, creo que ha llegado el momento de acabar con
todo y emprender el viaje.
Carlos
Altamirano cierra el cuaderno y se queda pensativo. Todas las veces le pasa lo
mismo. Su mente viaja al pasado y recuerda la mañana en que fue a la celda del “mudo”
Alercia, y solo encontró sobre la cama la imagen de Jesús y un cuaderno que
decía en su última página:
Jesús, padre amado, me entrego en cuerpo y alma para que se haga tu voluntad.
El guardia se ha dormido y entre sus
manos la imagen de Jesús y el diario del “mudo”, son testigos de una enigmática
historia de fé, que dejó perpleja a la justicia de la época.
“La extraña desaparición” de
Alercia se transformó, con el paso del tiempo, en una leyenda que los presos
repiten una y otra vez para soportar los días de tristeza y encierro.
Fernando Cianciola©
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